sábado, 25 de abril de 2015

La segregación mente-cuerpo

Cuando este columnista cierra los ojos para meditar, ‘siente’ con claridad que su mente está localizada en la corteza prefrontal, el manto de tejido nervioso justo detrás de la frente. La mente es lo que esa corteza hace y que la porción cerebral equivalente de los mamíferos distintos al ser humano no puede hacer. En teoría, pensamientos, sentimientos, deseos, percepciones, memorias, razonamientos y consciencia del ‘yo’ ocurren en la corteza prefrontal.

¿Por qué en teoría? Diversos fenómenos insinúan que no todo lo mental sucede completamente en el cerebro. Esta nota se refiere a cuatro de esos fenómenos, buenos ejemplos de la complejidad incomprensible de la naturaleza humana: el efecto  placebo,  el efecto nocebo, los problemas psicológicos provenientes de un sistema inmune hiperactivo, y la influencia de la flora intestinal en los estados mentales. 
El efecto placebo es el resultado curativo de sustancias inertes o de procedimientos fingidos en pacientes con problemas reales de salud. Numerosos experimentos han confirmado la efectividad de medicinas ilusorias y tratamientos ficticios en el manejo de muchas enfermedades; los brujos saben esto muy bien.  Los éxitos no son consistentes. Irving Kirsch, psicólogo de Harvard, encontró en una revisión extensa de estudios de placebos versus drogas genuinas que el poder de aquellos es más positivo cuando, como ocurre en los casos de depresión, tanto las mejorías como las aflicciones están más en la cabeza que en el resto del cuerpo.

El efecto nocebo, un recíproco del efecto placebo e igualmente real, es la secuela dañina en la salud de personas que tienen expectativas negativas alrededor de sustancias inocuas o circunstancias inofensivas. Los enfermos de asma son frecuentes víctimas del efecto nocebo. Una investigación reciente del Centro Monell de Investigación de Filadelfia, Pensilvania, concluye que la simple posibilidad de que un olor sea perjudicial puede aumentar la inflamación de las vías respiratorias durante las 24 horas siguientes  a la exposición (cuando no por más tiempo).  “Los asmáticos siempre andan preocupados por las esencias y las fragancias. Si creen que un olor es dañino, sus cuerpos reaccionan como si así fuera”, dice la doctora Cristina Jaén, directora del estudio.
Los problemas psicológicos derivados de infecciones inexistentes  han sido documentados por el doctor Erich Kasten, profesor de Neurofisiología de la Escuela de Medicina de Hamburgo, Alemania. Según el doctor Kasten, un sistema autoinmune hiperactivo puede confundir las secuelas dañinas del estrés (el desasosiego intenso resultante de factores físicos, laborales, sociales o financieros que tienden a alterar el equilibrio corriente), con infecciones bacterianas o virales que sí requieren de acciones correctivas. Las citosinas proinflamatorias son sustancias generadas por el sistema autoinmune cuando detecta peligros de infección. Las inflamaciones generadas por las citosinas, un mecanismo importante en la prevención de enfermedades, también son causantes del cansancio y la apatía que acompañan a muchas enfermedades. Cuando el sistema inmune sobre-reacciona  a estímulos no patógenos (como el estrés) o inofensivos, genera innecesariamente citosinas de alarma y ocasiona bajonazos de ánimo que pueden llevar a la melancolía o a la depresión.

El cuarto fenómeno ‘extra-cerebral’, y tal vez el más extraño, se refiere a los billones de bacterias extrañas al cuerpo humano (son más que nuestras propias células) que conforman la flora intestinal. Esas bacterias son como comensales rotatorios siempre presentes en nuestro organismo. Según el escritor científico Charles Schmidt, los investigadores tienen “una convicción creciente de que el vasto ensamble de microfauna en nuestros intestinos puede tener un impacto mayor en nuestro estado mental. El eje intestinos-cerebro parece ser bidireccional -el cerebro actúa en funciones gastrointestinales o del sistema inmune, y la flora bacteriana produce compuestos neuroactivos, incluyendo neurotransmisores, que actúan en el cerebro”. Asombroso, ¿verdad?
Nuestra mente está en nuestra cabeza (la sentimos) y la cabeza es parte de nuestro cuerpo (la vemos). ¿Por qué la división mente-cuerpo? Tal dicotomía proviene de la inevitable clasificación que las ciencias sociales y naturales requieren (bien-mal, caliente-frío, unos-ceros…), y desciende directamente de la distinción religiosa espíritu-materia. Sí, hay algo absoluto en muchas clasificaciones. Pero, por las extrañas consecuencias de los placebos, los nocebos, la melancolía de las infecciones y la ansiedad causada por las bacterias intestinales, la segregación mente-cuerpo parece que no es absoluta… Al menos no debería serlo en los diagnósticos de salud.

Gustavo Estrada
Autor de ‘Hacia el Buda desde el occidente’
www.harmonypresent.com/armonia-interior

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En el modelo integral propuesto por ken wilber se resuelve este problema por medio de lo que él llama los 4 cuadrantes. Donde se aprecia la realidad a través de 4 dimensiones básicas que están inter conectadas y presentes en todo momento. Subjetiva, objetiva, colectiva e individual.

Anónimo dijo...

En el modelo integral propuesto por ken wilber se resuelve este problema por medio de lo que él llama los 4 cuadrantes. Donde se aprecia la realidad a través de 4 dimensiones básicas que están inter conectadas y presentes en todo momento. Subjetiva, objetiva, colectiva e individual.