¿Tenemos que extinguir
el ‘yo’ para eliminar el sufrimiento? No, la renunciación ascética no es
solución práctica para la ansiedad o el estrés. En su lugar, necesitamos
deshacernos del ego redundante, una alternativa más razonable. ¿Qué es el ego
redundante? Hablemos un poco del software que genera el sentido de identidad.
Nuestro ‘yo’ está
codificado en la corteza prefrontal del cerebro en trillones de mensajes
neuronales cuyo funcionamiento aún no comprendemos. Una fracción de este número
gigantesco contiene las instrucciones que necesitamos para llevar una vida
armoniosa y efectiva y cuyo resultado es el ser esencial, nuestra naturaleza
interior.
En paralelo existe otro
gran volumen de código encargado de todos los condicionamientos y hábitos
indeseables –las formaciones perjudiciales, en la terminología del budismo–.
Tales formaciones son las generadoras de los deseos desordenados que llevan a
la codicia y a las adicciones, las aversiones que crean pánicos y odios, y los prejuicios
que ciegan nuestro entendimiento; ellas determinan el ego redundante. Si
queremos acabar con el sufrimiento, debemos inhibir las formaciones mentales
perjudiciales, esto es, apagar sus correspondientes instrucciones neuronales.
El ego redundante crece
de comportamientos, inicialmente inofensivos pero que se salen de control, como
el deseo de ese bocado adicional que no debemos comer, la antipatía hacia esa
persona que nos falló alguna vez, o el apoyo incondicional a nuestra afiliación
doctrinaria. El ser esencial es el 'yo' reducido después de que las formaciones
dañinas han sido silenciadas, en otras palabras, es el residuo del ‘yo’ inflado
cuando suprimimos la porción redundante.
Una vez que hemos
eliminado nuestro ego redundante, el ser esencial se hace cargo de nuestra
vida. Entonces, sin esfuerzo, sin ninguna clase de lucha para completar
objetivos específicos o alcanzar determinados destinos, fluiremos
espontáneamente con nuestra existencia.
Miguel Ángel, el gran
artista del Renacimiento italiano, creía que las imágenes ya existían en los
bloques de mármol como si estuvieran encerradas allí. Antes del primer corte,
pensaba, el escultor debía descubrir la efigie adentro y luego proceder a
eliminar el exceso de material. Miguel Ángel, tan fácil para él, sólo retiraba
del mármol lo que no era estatua.
De la misma manera,
nuestro yo inflado, repleto de formaciones dañinas, es como una enorme piedra,
muy, muy pesada; el ser esencial, nuestra propia obra de arte, se encuentra en
algún lugar dentro de esa roca. Si queremos encontrarlo, como el artista
sugiere para el mármol, también tenemos que eliminar el excedente. Nosotros
tenemos las habilidades para remover los trozos que no son parte de nuestra naturaleza
interior; la tarea –sólo hay que preguntarle a Miguel Ángel– requiere, sin
embargo, muchísima perseverancia.
Cuando hayamos
terminado, vamos a experimentar de manera muy diferente nuestra propia existencia
y todo lo que nos rodea. Nuestro ser esencial surge espontáneamente después de
silenciar nuestras formaciones mentales dañinas y de eliminar nuestro ego
redundante. No encontramos ese ser esencial mediante razonamientos, cultos o
creencias porque estas se basan en las formaciones mentales que han fabricado
nuestro yo inflado.
Tampoco podemos
depender de guías espirituales, maestros o gurús. Algunos sabios pueden en
verdad señalarnos una dirección correcta, pero nadie puede conducirnos hasta
nuestro ser esencial; ese hallazgo debemos hacerlo nosotros mismos. No podemos construir
ni refinar nuestra naturaleza interior; ella ya está allí. Tampoco podemos
alcanzarla mediante trucos intelectuales; el trabajo consiste en acallar los
ruidos mentales y desaprender –desprogramar, borrar– las formaciones mentales
perjudiciales.
Una vez que Miguel
Ángel retiró los fragmentos superfluos en los bloques de mármol, las armonías
de su ‘Pietà’, de su ‘David’ o de su ‘Moisés’ resultaron magníficas. Cuando
cortemos el material excedente de la piedra gigantesca de nuestro ‘yo’ inflado,
allí mismo, dentro de nosotros, nuestro ser esencial se manifestará, vibrando
en armonía interior. Solamente tenemos que eliminar lo innecesario.
Gustavo EstradaAdaptado de ‘Inner Harmony through Mindfulness Meditation’
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