Siempre nos ha fascinado la posibilidad de comunicarnos con
entidades extrañas, sean encarnaciones del más atrás en nuestras vidas previas,
seres imaginarios del más allá supra-material, o moradores auténticos del más
allá estratosférico. Para dialogar con espectros y espíritus, los ingenuos acuden
a médiums o clarividentes que utilizan artificios como ‘tablitas’ ouija, inciensos aromáticos o vasos
de agua. Para conectarse con los extraterrestres, los buscadores del intercambio
acuden a sofisticadas tecnologías como ‘tableros’ electrónicos, monitores de
radiación electromagnética o descomunales radio antenas.
Aunque algunos fantasmas utilizan jerigonzas
incomprensibles, los espíritus son políglotas o hablan el idioma del médium. De
los galácticos que nos interesan ni siquiera sabemos si hablan, como nosotros, emitiendo
ondas sonoras. ¿Existen extraterrestres inteligentes? Creo que sí. ¿Nos
comunicaremos con ellos algún día? En intercambio de doble vía, creo que nunca.
La Vía Láctea, nuestra galaxia (una entre miles de
millones), tiene unos cien mil millones de estrellas y, probablemente, un
número similar de planetas. Si uno de cada diez es habitable, en la galaxia existirían
diez mil millones de planetas con posibilidad de albergar vida. Si la evolución
física y biológica que ocurrió aquí se repite tan solo en uno de cada millón,
pues debería haber vida inteligente en unos diez mil mundos.
Estimativos parecidos a los anteriores condujeron a dos
interesantes proyectos. El primero es la Búsqueda de Inteligencia
Extraterrestre (SETI, por sus siglas en inglés); el segundo es el observatorio
espacial Kepler, lanzado por la NASA en el 2009, con el propósito de buscar
planetas habitables.
SETI, más que un proyecto, es una gama amplia de
actividades para buscar vida inteligente fuera de la Tierra, utilizando estrictos
métodos científicos. Hay centenas de entidades y proyectos SETI (Harvard y
Berkeley, a manera de ejemplo, son dos de las universidades que han estado
involucradas) y millares de voluntarios participan en diversas tareas asociadas
con el objetivo central. Hay SETI activo (el envío de señales al espacio con la
expectativa de que alguna civilización las reconozca y responda) y SETI pasivo
(el monitoreo de la radiación electromagnética en busca de pistas de alguna
transmisión inteligente desde alguna parte del universo).
A la fecha, el observatorio Kepler ha localizado más de mil planetas en la Vía Láctea. Aunque
existe la posibilidad de formas de vida diferentes, el esfuerzo investigativo
se ha centrado en planetas similares a la Tierra (tamaño, temperatura,
disponibilidad de agua…) donde ya sabemos (suena risible) que la vida es
posible. El doctor Andrew Knoll, profesor de ciencias planetarias de Harvard,
dice que “cualquier vida que contemplemos sigue las leyes de la física y la
química”. Para calibrar la habitabilidad, se ha definido un ´Índice de
similitud a la Tierra´ (ESI en inglés), cuyo valor para nuestro planeta es
1.0. A septiembre del 2014, seis
planetas de los identificados tenían un ESI superior a 0.8; el de Marte, por
comparación, es 0.64 y el de Venus 0.444.
A pesar del extraordinario esfuerzo involucrado en SETI,
creo que jamás lograremos intercambiar mensajes con extraterrestres. Las probabilidades
de que ellos existen son esencialmente ciento por ciento pero, desafortunadamente,
se encuentran demasiado distantes. La civilización emisora de una señal que
recibamos en algún momento bien puede haber desaparecido para la época que nos
llegue. Más que inteligencia extraterrestre, escribió el físico Freeman Dyson
hace medio siglo, “estamos buscando evidencia de tecnología”.
El planeta Kepler 62-e (su ESI es 0.83) de la estrella
Kepler 62, en la constelación de Lyra, es una de las mejores opciones de vida encontradas
a la fecha. Kepler 62-e se encuentra a 1200 años-luz de nosotros. Ese tiempo
(1200 años) tardarán en llegar allá las
señales electromagnéticas que de la Tierra se hayan disparado hacia allá (y
viceversa).
¿Habrá alguien por esos
lados? ¿Tendrán ellos un desarrollo tecnológico equivalente al nuestro? ¿Captarán las señales? ¿Las entenderán? ¿Responderán? ¿Existirá la Tierra cuando
llegue su respuesta? ¿Existirán todavía proyectos SETI? ¿Sabrán nuestros requeté-tetra-tataranietos
qué es lo que están recibiendo? La
respuesta a esta cadena es pues negativa. No podremos pues comunicarnos con los
keplerianos 62e. Ni con nadie de por
allá. (A menos que a alguien en SETI le dé por contratar un médium o un
clarividente. Como la gente de SETI es orientada a la ciencia, estoy seguro de
que nadie hará tal barbaridad).
1 comentario:
Gracias Gustavo
Interesante reseña.
Como entiendo es difícil la comunicación extraterrestre, deberíamos ocuparnos de la nuestra, que aparentemente es menos complicada ahora, gracias a la tecnología, cada vez se hace menos personal, clara,
sincera y efectiva.
Dora Aponte.
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