El propósito principal de la meditación de la atención total no es acabar con adicciones, fobias, migrañas, mal genio, fanatismo… Estos son solo subproductos; el objetivo central de la práctica es el desarrollo de nuestra facultad de estar constantemente atentos, en tiempo presente, esto es, la capacidad de permanecer conscientes de nuestro cuerpo, nuestras sensaciones y nuestros estados mentales.
Para algunas personas
privilegiadas, como J. Krishnamurti, el pensador de la India, la atención total
permanente parece ser una cualidad natural y, por lo tanto, la meditación les
resulta innecesaria. Krishnamurti, consecuente con su virtud innata, critica
las técnicas de meditación, en general, y los ejercicios para enfocar la
atención en dispositivos mentales, tales como mantras, cánticos, rezos o
figuras, en particular.
Todo el mundo
debería meditar, sin embargo. En el mundo moderno, el problema de la
desconcentración tiende a agravarse con el volumen de información que nos
atiborran los medios. La publicidad pretende siempre convencernos de comprar cosas
que no necesitamos y de comportarnos como alguien diferente a lo que somos. Y
lo está consiguiendo.
Los privilegiados ‘atentos’,
desconocedores de lo que es una mente volátil, no comprenden la dificultad de
concentración del resto de los humanos. Para esta cuasi unánime mayoría, la
atención total solo puede tornarse fácil y espontánea después de muchísimas
horas de práctica. ¿Cuántas son estas muchísimas horas? No hay respuesta única y
no hay ‘dosis personal’ de meditación; los ‘requerimientos’ y los ‘recursos’ de
tiempo varían de persona a persona y cada uno debe definir sus prioridades. Preferimos
pues acudir a una comparación para que cada uno haga su cálculo.
Imagínese que su
mente es como su casa, con todas las bondades que allí tiene, y en la que
aparecen millares de pensamientos indeseables, incómodos y traviesos que surgen
como mosquitos perturbadores a todo momento. Si a usted no le fastidian los
insectos y no le preocupan las enfermedades que ellos transmiten, pues no necesita
hacer nada.
En caso contrario,
esto es, usted sí reconoce un fastidioso problema, la meditación de atención
total es el ‘insecticida benévolo’ que requiere y cada sesión de meditación es
una aplicación de la sustancia. La efectividad global del procedimiento depende
tanto de la frecuencia de las sesiones (el número de tratamientos) como de la
duración las mismas (la cantidad aplicada).
Solo usted reconoce
el revoloteo en su cabeza. ¿Quiere tener una idea de la magnitud del problema?
Siéntese en una postura cómoda, cierre los ojos y observe su respiración durante
diez minutos. Si dispone de un rato, hágalo ahora y califique su
experiencia.
¿No logra
concentrarse en el flujo de aire, entrando y saliendo por su nariz, ni siquiera
por unos pocos segundos y se demora en percatarse de su descuido cada vez que se
distrae? Pues, no lo dude, su casa está infectada y necesita dosis altas y
frecuentes de meditación, quizás dos sesiones diarias cada una de 45 minutos. Un
tratamiento intensivo inicial, como un retiro de diez días con algún grupo bien
referenciado, puede resultarle muy útil. ¿Su mente se eleva cada momento pero
pronto usted lo nota y ‘la baja a tierra’ regresando la atención a la
respiración? Dosis diarias de 30-45 minutos es lo recomendable. (Si solo puede
dedicar dos horas semanales, pues comience por ahí).
Por último, su caso
no es ninguno de los dos anteriores pues está súper-seguro de que su
concentración es perfecta, y la volatilidad mental no es su problema; usted no
necesita del ‘insecticida’ pues sostiene la atención en la respiración todo el
tiempo. ¿Correcto? Mmmm… Una de dos: O usted jamás se percata de que está
distraído o ¡felicitaciones! usted bien podría ser una ‘reencarnación’ de
Krishnamurti.
Gustavo EstradaAutor de ´Hacia el Buda desde el occidente’
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