Armonía interior es un estado de ánimo que nos permite vivir
en calma y actuar con serenidad, aún en medio de situaciones difíciles. La
armonía interior no es la ausencia de problemas complicados ni de las emociones
negativas asociadas con ellos; tampoco es la demostración continua de
entusiasmo o de buen humor. La armonía interior no son ni sonrisas permanentes ni
expresiones constantes de autoconfianza u optimismo. Esta cualidad se
manifiesta como una ecuanimidad y un equilibrio que, cuando las contrariedades aparecen,
nos permiten desplegar nuestras habilidades hacia acciones correctivas
apropiadas, si las hay, o someternos serenamente a la aceptación de la
realidad, cuando los problemas carecen de solución.
La armonía interior es un estado positivo -el estado
ideal, por cierto- en el cual quisiéramos vivir. Cuando una persona está disfrutando
de armonía interior, ella está viviendo bien, ¿qué mejor recompensa para
cualquier vivencia? No obstante su atractivo, la armonía interior es paradójica:
No existe una ruta con señales inequívocas o una secuencia detallada de pasos que
nos permitan alcanzar con certeza tan deseable condición.
La experiencia de la armonía interior es más el resultado
espontáneo de una forma de vivir que un objetivo planificado o programable. La
gente casi siempre busca metas como el dinero, los amigos, el prestigio o los grados
académicos; estos propósitos, aunque pueden llevar al éxito, no necesariamente
conducen a la armonía interior. Mientras que la armonía interior es muy
diferente del éxito, las dos cualidades no son excluyentes entre sí.
Quienes disfrutan de armonía interior bien pueden obtener
riquezas, amistades, fama o títulos, pero tales cosas les llegan de forma
natural y no hay frustración alguna si esos efectos no se materializan. A los
ojos de los demás, tales individuos son gente exitosa; para sí mismos, ellos
están en paz con todo lo que sucede en sus vidas. La armonía interior, que es
personal e íntima, no puede provenir de afuera; eso la haría armonía exterior.
A diferencia del éxito, no debemos correr detrás de la
armonía interior; cuando perseguimos la armonía interior, la estamos perdiendo.
Si no debemos buscar la armonía interior, ¿cómo llegamos a ella? ¿Cómo conseguimos
algo tan atractivo si no debemos procurarlo? La respuesta es simple: En lugar
de andar detrás de la armonía interior, debemos dirigir nuestras acciones hacia
la eliminación de lo que entorpece su aparición, más específicamente, hacia la
supresión del sufrimiento, el enemigo ‘declarado’ de la armonía interior y con
el cual no puede coexistir.
La palabra ‘sufrimiento’ necesita delimitación pues abarca
diversas desazones tales como angustia, ansiedad, desesperación, dolor y
aflicción. Sufrimiento es el conjunto de sentimientos negativos generados por deseos
desordenados de cosas que nos faltan y por aversiones hacia cosas imaginarias o
reales que nos rodean. Si los deseos desordenados y las aversiones son los generadores
del sufrimiento, pues esas son las molestias que tenemos que suprimir en
nuestras vidas; estas son las raíces que debemos arrancar.
Una metáfora resulta útil para la explicación del tema: La
armonía interior es similar al silencio. Ambas circunstancias, en vez de ser el
producto de acciones que las generan, surgen de la ausencia de perturbaciones.
Cuando hay ruidos en el ambiente y deseamos tranquilidad, entonces nos ocupamos
de las fuentes de los sonidos molestos: Apagamos los altavoces, suspendemos la charlatanería,
aquietamos a la gente… Una vez controladas las causas de las estridencias, ‘aparece’
entonces el silencio.
Tampoco podemos diseñar o construir armonía interior; no hay
instrucciones para producirla. Si queremos armonía interior, debemos actuar
sobre las causas de los ruidos mentales que la obstaculizan, o sea, tenemos que
destruir las raíces del sufrimiento. Los deseos desordenados y las aversiones
son las fuentes de los ruidos molestos; ellos son los altavoces cuyas
estridencias perturban nuestra mente. Es necesario apagar los ‘equipos de
sonido’ para cortar el origen de la bulla, esto es, los ruidos molestos del
sufrimiento. Cuando eliminamos los deseos desordenados y las aversiones, entonces
desaparece el estrépito que ellos ocasionan. Es entonces cuando la armonía
interior florece espontáneamente.
Gustavo
Estrada
Autor de ‘Inner Harmony through Mindfulness Meditation’
Autor de ‘Inner Harmony through Mindfulness Meditation’
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