En nuestro comportamiento, el ego redundante es lo que nos hace muy diferentes unos de otros; cada individuo condiciona su mente según su origen, crianza, su educación, la cultura donde crece y vive… Si mágicamente le recortáramos a un grupo de personas sus ‘egos redundantes’, ¿se comportarían todas ellas de una misma descontaminada manera como si fueran ahora metales puros a los cuales se les ha removido la escoria?
Aunque los
condicionamientos que nos manejan son reales (si nos observamos con cuidado los
encontramos) y su eliminación es factible (todos hemos dejado al menos una
adicción), las nociones de ser esencial
y ego redundante son hipótesis que la ciencia aún no está en capacidad
de comprobar o negar. No se han identificado aún los circuitos nerviosos ni las
áreas de la corteza prefrontal donde el ser esencial y el ego redundante están
codificados. Mientras que las instrucciones del primero se originan de nuestros
genes, las del segundo provienen el mundo exterior (padres, amigos, maestros, publicidad,
medios...).
Nuestro ser esencial es
nuestra personalidad ‘hipotéticamente’ pura y auténtica, resaltando que son
pocos los individuos ‘descontaminados’ y libres de influencias dañinas; quienes
se encuentran en tan deseable estado no
se vanaglorian de su desarrollo mental.
Hay numerosos cuestionarios
para identificar nuestro tipo de personalidad. El modelo de las cinco grandes
dimensiones es uno de los más reconocidos por los estudiosos de la conducta
humana. No existen, en cambio, clasificaciones
de ninguna índole alrededor del ser sencial.
El modelo de las cinco grandes
propone la determinación de la personalidad con base en cinco factores, cada
uno de ellos estimado entre dos extremos: (1) sociabilidad (extraversión versus
introversión), (2) apertura a la experiencia (temeridad versus cautela), (3)
nivel de responsabilidad (escrupulosidad versus negligencia), (4) interés por la armonía social (amabilidad
versus suspicacia), y (5) nivel emocional (estabilidad versus ‘neurosticismo’).Varios estudios de mellizos idénticos han encontrado que las influencia genética y ambiental en nuestra personalidad son aproximadamente equivalentes para cada uno de los cinco factores. El factor donde los genes tienen mayor influencia es en la apertura a la experiencia (57-61% es el rango de los tres estudios revisados para esta nota) mientras que la dimensión con mayor impacto del medio se encuentra en el nivel emocional (52-59%).
Cuando eliminamos nuestro ego
redundante, el ser esencial se hace cargo de nuestra vida. Entonces, sin
esfuerzo, sin ninguna clase de lucha para completar objetivos específicos o
alcanzar determinados destinos, fluiremos espontáneamente con nuestra
existencia, en la dirección que nuestras preferencias genéticas le trazan a
nuestra personalidad. “El Orden Natural
no hace nada y, sin embargo, no deja nada sin hacer. Cuando la vida es
simple, las afectaciones desaparecen y nuestro ser esencial brilla. Cuando no
hay deseos desordenados, todo está en armonía”, escribió el filósofo chino Lao
Tzu hace veinticinco siglos.
El ser esencial influye en
nuestra personalidad en la medida que abre las puertas para que nos desplacemos
en una dirección apropiada, que no es estándar o universal y que no implica calificativos
de correcta o inadecuada. El ser esencial resulta de la sustracción de
condicionamientos y el remanente genético es
diferente para cada individuo. En consecuencia, la respuesta a la
pregunta del comienzo de esta nota es negativa:
No, definitivamente no, el comportamiento desde el ser esencial es individual y
diferente cada persona.
Y cuando nos movemos sin
depender de condicionamientos innecesarios, lo ‘mejor’ -lo que ha de ser- de nosotros
se expresa y las probabilidades de marchar en el ‘camino correcto’ son las
‘óptimas’. En cambio, cuando nuestro piloto es el ego redundante, nuestra
personalidad se distorsiona y son el medio y los medios quienes manejan nuestra
existencia.
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